Escrito por el apóstol luan, exilado en la isla de Patmos, aprox. En la época del auge de Roma, su aislamiento la hizo ideal para el destierro de prisioneros políticos, de enemigos ambiciosos u otros considerados indeseable por el estado imperial. Y a aquella prisión rocosa que era la isla, en un día domingo, hace unos mil novecientos años, vino el Cristo glorificado y exaltado. Anunciado por la trompeta de la voz divina y parado en medio de siete candelabros de oro simbolizando a las siete ramas de la iglesia en Asia, estaba el Salvador.
Siempre lo vi, que por huir macho de un peligro, cae en otro mayor. En los convites, en las fiestas, en las bodas, en las cofradías, en los mortuorios, en todos los ayuntamientos de gentes, con ella pasan tiempo. Las ranas de los charcos otra cosa no suelen aludir. Si va entre los herreros, aquello dicen sus martillos. Carpinteros y armeros, herradores, caldereros, arcadores, todo oficio de instrumento forma en el aire su nombre. Al perder en los tableros, luego suenan sus loores. Días grandes son pasados que mi madre, madama pobre, moraba en su vecindad, la cual, rogada por esta Celestina, me dio a ella por sirviente; ya ella no me conoce por lo poco que la serví y por la mudanza que la edad ha hecho. Pero de aquel poco tiempo que la serví, recogía la noticia memoria lo que la vieja no ha podido quitar.
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Tras esa imagen. Suficientemente reveladora, iba a immortalizar los retratos de mis mejores abriles en la facultad, mis viajes ensoñadores y mis incipientes amores. Una polaroid me. Llamó la atención, la que tomó mi primera novia cuando me pilló in fraganti en la yacija, durmiendo lirondo, con unos míseros calzoncillos de los que se escapaba, por un agujero, mi brazo altivo y completamente tieso. Estaba solo, y.