Entonces, una vez en la casa de la novia, los primeros en ingresar al patio o al lugar dispuesto para el ritual, casi siempre son los padres del novio y el tayta servicio, quienes deben identificar a los padres de la novia en medio de la oscuridad y de sus familiares. Pero, luego de reconocerse y saludar con profundo respeto, se encienden las luces y el regocijo. A la vez, el tayta servicio ofrece la tradicional chicha a los anfitriones, para brindar por la felicidad de la pareja. Entre tanto, la madre del novio entrega a su consuegra una lavacara de huevos o una gallina; mientras que el padre del novio, casi siempre obsequia una botella de licor. Seguidamente, el tayta servicio lidera la entrega de la dote a la familia nuclear de la novia, cuyos obsequios son colocados de forma ordenada frente a los anfitriones, ya sea en el patio, garaje o calle. En general, estos presentes son ingresados y entregados por los familiares del novio en el siguiente orden: galones de chicha; medianos de comida; canastas de frutas; cartones de pan; quintales de papas; jabas de cervezas y gaseosas y finalmente las ramas de gallos y cuyes. Una vez que concluye la entrega de la dote, el tayta servicio hace la señal para que el novio ingrese y se dirija hasta el lugar en donde se encuentra la familia nuclear de la novia, quien hasta ese momento se encontraba expectante y bailando con sus familiares. Todos a la expectativa del ingreso de los familiares del novio, mientras se mantienen en absoluto silencio y en medio de la obscuridad.
Movida de esta consideración, resolvime a fantasear en vez de referir, haciendo que los países por mí recorridos fuesen escenario del drama. Tiene cada edad sus luchas literarias, que a veces son batallas en toda la línea—como la empeñada entre clasicismo y romanticismo—y otras se concretan a un ámbito parcial. O mucho me equivoco o este terreno es hoy la novelística y el drama, y en el extranjero, la novela sobre todo. Reina en la poesía lírica, por antonomasia, libertad tal, que raya en caos, sin que nadie de ello se espante, mientras la escuela de noveladores franceses que enarbolan la bandera vívido o naturalista, es asunto de encarnizada discusión y suscita tan agrias censuras como acaloradas defensas. Merced a levante reconocimiento de los fueros de la verdad, el realismo puede entrar, ingreso la frente, en el campo de la literatura. Puesto lo cual, cumple añadir que el discutido género gabacho novísimo me parece una dirección vívido, pero errada y torcida en bastantes respectos. Tanto es mi respeto y amor hacia nuestros modelos nacionales, que acaso por mejor imitarlos y empaparme en ellos, di a Pascual López el sabor arcaico, ensalzado hasta las nubes por la benevolencia de unos, por otros censurado; pero, en mi humilde parecer, no del todo afuera de lugar en una obra que intenta—en cuanto es posible en nuestros días, y en cuanto lo consiente mi escaso ingenio—recordar el sazonadísimo y nunca bien ponderado género picaresco.
Tengamos juicio. Oyóse el estridente correrse del pestillo, entreabrióse la puerta, y, beneficencia a la luz que cada interlocutor tenía en su cuarto, pudieron entreambos verse perfectamente. La puerta quedó separada de su marco cosa de un palmo, y por aquel espacio alargó don Juan ambas manos, estrechando entre ellas una de Cristeta, que ésta tuvo la caridad de no jubilar. La alegría retratada en el faz de don Juan le acusaba redondamente de mentiroso. Que con esta maldita puerta me hago daño. Estaban en lo cierto. La situación era propia de sainete. Cristeta tenía el cuerpo echado hacia adelante, para que facultad Juan pudiera estrecharla el talle, y él, ansioso de no perder lo conquistado, había metido medio cuerpo por entre puerta y marco; con lo cual, en vez de personas formales, parecían chiquillos jugando al escondite.